
Washington toma una decisión sin precedentes
El Departamento de Estado de Estados Unidos anunció la revocatoria de la visa del presidente Gustavo Petro, tras considerar que sus declaraciones en Nueva York fueron “acciones imprudentes e incendiarias”. La medida, divulgada a través de la red social X, marca un nuevo punto de tensión entre Washington y Bogotá.
El detonante: marchas y discurso en Nueva York
El 26 de septiembre, Petro participó en una manifestación en contra del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y de la guerra en Gaza. En medio del acto, el mandatario colombiano llamó a los soldados estadounidenses a “desobedecer órdenes” y a no convertirse en “instrumentos de destrucción”. Estas palabras provocaron un rechazo inmediato en Washington, que calificó la conducta del presidente de “incitar a la violencia”.
Estados Unidos responde con firmeza
La administración Biden señaló que “ningún aliado responsable alienta a miembros de las Fuerzas Armadas de EE. UU. a desobedecer la Constitución ni a romper la disciplina militar”. El anuncio se produjo cuando Petro ya viajaba de regreso a Colombia tras cumplir su agenda en la Asamblea General de la ONU.
Un historial de tensiones acumuladas
Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos ya venían deterioradas. Washington responsabilizó a Bogotá por el aumento de los cultivos ilícitos y criticó el incumplimiento de compromisos clave en la lucha antidrogas. Petro, por su parte, ha acusado reiteradamente a la Casa Blanca de mantener una política “hipócrita” frente al narcotráfico, centrada en culpar al sur sin asumir su papel como principal mercado consumidor.
Petro responde sin titubeos
Al conocer la decisión, Petro minimizó el hecho con un tono desafiante: “No volveré a ver el Pato Donald, por ahora, eso es todo. Yo estoy tranquilo”. El mandatario insistió en que su voz seguirá siendo crítica frente a lo que considera un modelo imperial y fallido en la política exterior estadounidense.
Un panorama incierto para la relación bilateral
La revocatoria de la visa no solo constituye un golpe simbólico para la figura presidencial, sino que abre un nuevo capítulo de fricciones diplomáticas. El desenlace marcará el rumbo de la relación entre Bogotá y Washington en medio de un escenario global cada vez más convulso.